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Historia

Huey Acalli Aohtli

El Canal Nacional es el Huey aohtli (en náhuatl), gran camino de agua trazado por los pueblos originarios chinampanecas en las aguas del lago de Xochimilco y la Laguna de 1 México. Después, a lo largo de los siglos en permanente construcción, reconstrucción y modificación de acuerdo a las necesidades de transporte de personas y productos que alimentaron primero a la gran Tenochtitlan-Tlatelolco, después a la virreinal Muy Noble y Leal Ciudad de México, y luego a la Ciudad de México de la independencia y la revolución, sin dejar de mencionar que fue también esencial para el control de las aguas que de manera recurrente inundaban a la ciudad.

El Canal Nacional es un monumento histórico a cielo abierto único en el mundo; fue la “gran carretera” acuática que conectó a todo el sistema agrícola de las chinampas, con pueblos, barrios, villas y ciudades de la Cuenca de México. Con una antigüedad estimada de 2,000 años de acuerdo a la evidencia arqueológica, es el canal navegable más importante construido en la historia de la Ciudad de México, y posiblemente el más antiguo en activo del Continente Americano. Según los Anales de Tlatelolco (siglo XVI), el Canal Nacional era conocido en la época prehispánica como Huey Acalli Aotli (gran camino de agua para casas de agua (acalli) o canoas), en el Virreinato fue rebautizado como Acequia Real a Mexicaltzinco, y dentro de la ciudad, al cruzar la Plaza Mayor, hoy día de la Constitución o Zócalo por la calle de Corregidora, se le llamó Acequia Real, Acequia de las Canoas o Acequia del Palacio; y a partir de la segunda mitad del siglo XIX hasta nuestros días, es reconocido oficialmente como Canal Nacional, y en la memoria colectiva de igual manera como Canal de la Viga.  

 

Archivo de Rosa Rodríguez

Uno de lugares que mejor documentan la dramática transformación que ha tenido el Canal Nacional en cuanto a construcción, reconstrucción y modificación en los últimos 50 años, es el área del barrio de San Simón, pueblo Culhuacan, lo cual nos lleva a plantear la interrogante hasta dónde son los límites permisibles de intervención en un monumento histórico como el Canal Nacional, con recursos públicos, sin que se modifique de manera radical su esencia: imagen 3: finales de la década de los años 60’ del siglo pasado; imagen 4: inicio del siglo XX, cuando estuvo a punto de desaparecer; imagen 5: durante el proyecto de recuperación con inversión del gobierno de la ciudad en 2006; imagen 6: en 2012; imagen 7: julio de 2021, en un nuevo proyecto del gobierno de la ciudad, modificando de manera radical su cauce de agua.

Archivo de Sergio Salazar Hernández
Archivo de Sergio Salazar Hernández
Archivo de Sergio Salazar Hernández
Archivo de Sergio Salazar Hernández

El Canal Nacional
como camino de agua para buques de vapor

En los canales de Chalco y Nacional circularon las primeras líneas de buques a vapor del país. Antero Villaurrutia solicitó el privilegio exclusivo para abrir y navegar en línea recta un canal de la Ciudad de México al pueblo de Chalco circunvalando con el de la capital. También Vicente Álvarez de la Rosa obtuvo en ese mismo año un privilegio para navegar conjuntamente con Mariano Ayllón -vecino del pueblo de Mexicaltzingo- por los canales y lagunas que estaban entre la ciudad y las de Texcoco y Chalco. La tenacidad de los empresarios los llevó a lograr la adquisición del primer buque de vapor, el “Esperanza”, que fue botado al agua en marzo de 1849 y un año después inició el viaje de prueba de la Garita de la Viga a Chalco en seis horas y media, casi la mitad del tiempo que requería un botero. La nave llevaba entre sus pasajeros al presidente José Joaquín de Herrera y a algunos de sus ministros .

A pesar de todos los esfuerzos posibles a lo largo de los años, Ayllón no logró consolidar su empresa por múltiples problemas como el fomento al tráfico por agua que era incompatible con los proyectos de desagüe que buscaba la desecación gradual de la cuenca. Por ello, dejar correr libremente las aguas del Canal Nacional no facilitaba los trabajos del plan del desagüe general y, lo que era más grave aún, contribuía a obstaculizar las defensas de la capital en caso de inundaciones. Aunque este proyecto fue efímero, tiene el mérito de haber impulsado la circulación de los primeros buques a vapor en el país por el Canal Nacional

El Canal Nacional como fuente de inspiración de escritores, científicos, pintores y cineastas

El Canal Nacional es el Huey aohtli (en náhuatl), gran camino de agua trazado por los pueblos originarios chinampanecas en las aguas del lago de Xochimilco y la Laguna de 1 México. Después, a lo largo de los siglos en permanente construcción, reconstrucción y modificación de acuerdo a las necesidades de transporte de personas y productos que alimentaron primero a la gran Tenochtitlan-Tlatelolco, después a la virreinal Muy Noble y Leal Ciudad de México, y luego a la Ciudad de México de la independencia y la revolución, sin dejar de mencionar que fue también esencial para el control de las aguas que de manera recurrente inundaban a la ciudad.

El Canal Nacional es un monumento histórico a cielo abierto único en el mundo; fue la “gran carretera” acuática que conectó a todo el sistema agrícola de las chinampas, con pueblos, barrios, villas y ciudades de la Cuenca de México. Con una antigüedad estimada de 2,000 años de acuerdo a la evidencia arqueológica, es el canal navegable más importante construido en la historia de la Ciudad de México, y posiblemente el más antiguo en activo del Continente Americano. Según los Anales de Tlatelolco (siglo XVI), el Canal Nacional era conocido en la época prehispánica como Huey Acalli Aotli (gran camino de agua para casas de agua (acalli) o canoas), en el Virreinato fue rebautizado como Acequia Real a Mexicaltzinco, y dentro de la ciudad, al cruzar la Plaza Mayor, hoy día de la Constitución o Zócalo por la calle de Corregidora, se le llamó Acequia Real, Acequia de las Canoas o Acequia del Palacio; y a partir de la segunda mitad del siglo XIX hasta nuestros días, es reconocido oficialmente como Canal Nacional, y en la memoria colectiva de igual manera como Canal de la Viga.  

 

El siglo XX y la nueva fisonomía de la Ciudad

La Ciudad de México no sólo está construida en una cuenca hídrica, sino también en una cuenca atmosférica que concentra polvos y sustancias que reaccionan a lo largo del día, provocando la formación de diferentes contaminantes que permanecen en la atmósfera de la ciudad. Los modelos urbanos desarrollados en ella, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX, se sustentaron en la zonificación con base en los usos y necesidades aspiracionales de una sociedad moderna: el automóvil, la vivienda y la industria. El movimiento moderno, como observa Gehl, consideraba a la ciudad como una ciudadmáquina, compuesta por partes separadas de acuerdo a su función y articuladas mediante una compleja red de infraestructura para la movilidad del transporte tanto público motorizado como privado, con el automóvil como su principal elección. .

Si bien por el transporte motorizado se diseñaron y construyeron avenidas y calles con sus banquetas peatonales fracturando el espacio de la calle (el confinamiento de las personas a caminar pegadas a los muros4), además de un viaducto y un periférico, su desarrollo fue muy caótico como lo fueron los intensos flujos migratorios de familias y personas en situación de pobreza que llegaban a la ciudad de todas partes del país en busca de una mejor vida, asentándose sobre todo en las grandes extensiones de terrenos liberados de los extintos lagos de Texcoco y Chalco de la Cuenca de México.

El resultado fue el crecimiento descontrolado de la mancha urbana que avanza hacia áreas de conservación ambiental como humedales y serranías, provocando una insularización5 de los espacios naturales y patrimoniales con la consiguiente pérdida paulatina de biodiversidad ambiental, hídrica, cultural, de salud e histórica como un todo. Este proceso global de urbanización supone tal consumo de recursos y tan elevado impacto contaminante sobre el conjunto de ecosistemas lacustres y serranos, que estamos inmersos en un proceso que no nos asegura el futuro si seguimos llevando las cosas sin cambiar nuestras perspectivas.

El Canal Nacional no fue exterminado por completo, aunque sí perdió más del 59% de su extensión. Otros caminos de agua no tuvieron la misma suerte: el Río de la Piedad se transformó en un viaducto vehicular con el nombre de un presidente (Miguel Alemán Valdés), el Rio del Consulado y el Río Churubusco como partes de un Circuito Interior; el Canal de Miramontes en una avenida con el nombre de otro expresidente (Plutarco Elías Calles), y un periférico con el nombre también de presidente (Adolfo López Mateos) que absorbió una parte del Río de San Buenaventura, por sólo señalar algunos ejemplos.

Partimos de lo que a bien señala la Carta de Atenas (1998), en primer lugar, tomar en cuenta al ciudadano a la hora de tomar decisiones organizativas, y en segundo lugar, que la evolución de las ciudades debe ser el resultado de la combinación de las distintas fuerzas sociales y de las acciones de los principales representantes de la vida cívica. Basándonos en los criterios propuesto por Jan Gehl, la conservación del monumento histórico Canal Nacional debe ser una acción coordinada y corresponsable entre nosotros y el gobierno de la ciudad, debe centrarse en un enfoque más humano, patrimonial y ambiental, que influya positivamente en la vida de las personas

El Canal Nacional por sí solo es patrimonio de la Ciudad de México y de la humanidad por su antigüedad y razón de ser: no se trata sólo del valor estético sino también de su valor para la construcción y consolidación de nuestra identidad y orgullo.